Un día de invierno durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, una bandada de loros de color verde esmeralda aterrizó en una casa en Schoharie, Nueva York, e hizo pensar a los habitantes locales que el Apocalipsis había llegado. (Un año después, las tropas británicas tomaron e incendiaron ese mismo edificio). Esas aves eran cotorras de las Carolinas y, como lo indicaba la sorpresa de los habitantes, su presencia era un fenómeno extraño: ese fue uno de solo tres registros de la especie en diferentes estados desde 1780 hasta la década de 1930, cuando se la declaró extinta en estado silvestre. Pero eso no impidió que se incluyera el estado de Nueva York dentro de su zona de distribución. De hecho, esta abarcaba gran parte del este de los Estados Unidos, como si los primeros científicos que las estudiaron hubieran hecho un manchón alrededor de cada avistamiento registrado. En un lugar, la zona de distribución de esta ave incluso abarcaba las fronteras exactas...