El colibrí más grande del mundo ha estado volando bajo el radar, por decirlo de algún modo. A primera vista, las dos aves sudamericanas que alguna vez fueron agrupadas como el colibrí gigante pueden parecer casi idénticas, pero genéticamente son especies completamente diferentes, según una nueva investigación que ha sorprendido a los ornitólogos. Y resulta que una de estas especies es un poco más grande que la otra, lo que la convierte oficialmente en el colibrí más grande del mundo. Los hallazgos y el análisis genético fueron publicados recientemente en las [Actas de la Academia Nacional de Ciencias].
Durante siglos, los científicos consideraron que dos poblaciones distintas de colibrí gigante (una población migratoria del sur en Chile, Argentina y Bolivia, y una población no migratoria del norte en Chile, Ecuador y Perú) eran la misma especie. Pero un misterio rodeó durante mucho tiempo a las aves del sur: nadie sabía a dónde iban después de cada temporada de reproducción. En 1834, el propio Charles Darwin especuló, sin prueba alguna, que emigraban al desierto de Atacama, en el norte de Chile.
En 2016, Jessie Williamson, autora principal del nuevo estudio e investigadora postdoctoral de la Fundación Nacional de Ciencias, reunió un equipo internacional de investigadores para resolver este rompecabezas. "Claramente están migrando a alguna parte", dice Williamson. "Comenzamos con la idea de tratar de descubrir adónde iban y nunca hubiéramos podido predecir tantos giros y vueltas".
Para rastrear a las esquivas aves, Williamson diseñó delicadas “mochilas” con geolocalizador que pesaban solo 0.3 gramos, asegurándose de que no obstaculizaran lo que ella creía podría ser un viaje que abarcaría miles de kilómetros. Pero antes de que el equipo pudiera aplicar los geolocalizadores, primero tenía que capturar a las aves, una tarea increíblemente difícil. Gracias a sus notables habilidades para el sobrevuelo, los colibríes gigantes probaron ser expertos en evitar las redes de niebla que los investigadores habían tendido en un remoto valle chileno. El proceso se convirtió en una partida de ajedrez aviar en la que el equipo ajustaba constantemente las redes para superar a sus ágiles oponentes. "Era muy divertido y frustrante al mismo tiempo: cuando veían la red, se detenían y luego pasaban por encima", dice Natalia Ricote, investigadora postdoctoral de la Universidad Aldolfo Ibáñez en Santiago, Chile, y coautora del estudio. "Eran muy inteligentes".
En promedio, se necesitaron 146 horas de red para atrapar un solo colibrí y, al final, el equipo marcó 57 aves con geolocalizadores y transmisores satelitales. Como si las criaturas no fueran ya suficientemente difíciles de capturar la primera vez, Williamson repitió el proceso meses después para volver a capturar los dispositivos y recopilar datos genómicos. Pero no fue sino hasta su segundo año de intento de recaptura en la costa de Chile que una de las aves regresó con el rastreador intacto. "Definitivamente estaba empezando a dudar de si algo saldría de esto", dice Williamson. “Una tarde me acerqué a una red y vi un ave con el geolocalizador. Ahora se me pone la piel de gallina al hablar de ello”.
El ave rastreada reveló tres hallazgos importantes. Primero, su geolocalizador resolvió el perdurable misterio de la migración: en el invierno, la población sureña de colibríes gigantes vive entre la población no migratoria de los Andes peruanos, lo que permite que las aves se confundan entre ellas y esencialmente desaparezcan. En segundo lugar, esta ave rastreada había completado, sin duda, la migración más larga registrada entre todos los colibríes: un viaje de ida y vuelta de 8.368 kilometers entre la costa chilena y los Andes peruanos. Y en tercer lugar, los detalles del viaje del ave a través de los Andes sugirieron diferencias más profundas entre las dos poblaciones de colibríes más allá de sus áreas de distribución.
Durante su migración, el ave marcada ascendió un total de 3.962 metres, haciendo varios intervalos durante días para adaptar su sangre y sus pulmones a los niveles más bajos de oxígeno, al igual que los montañistas humanos. Este comportamiento reveló una diferencia evolutiva clave entre las especies del norte y del sur. El colibrí gigante no migratorio del norte, que habita las tierras altas de los Andes durante todo el año, posee una mayor capacidad pulmonar total y una composición sanguínea diferente en comparación con su contraparte del sur. Pero no son sólo los pulmones de las aves del norte los que son más grandes; tras una inspección más cercana, los colibríes no migratorios midieron ligeramente más en todos los rasgos morfológicos, incluida la longitud del pico, la longitud del ala y la longitud de la cola. Estas ligeras diferencias convierten oficialmente al colibrí gigante del norte en el colibrí más grande del mundo.
"No sorprende que la gente no supiera que esto estaba sucediendo durante 200 años, a pesar de que han estado conscientes de las aves durante un período tan prolongado", dice Jim McGuire, profesor del Departamento de Biología Integrativa de UC Berkeley que ha investigado exhaustivamente la y la diversificación de los colibríes. “Es algo muy sutil. Fue necesario un enfoque realmente interesante y convincente para descubrir la historia”.
El análisis genético de las aves capturadas y los especímenes de museo procedentes originalmente de Perú y Chile reveló que las dos especies divergieron evolutivamente hace millones de años, aunque no está claro si el rasgo migratorio fue adoptado por una especie o lo perdió la otra. Pero debido a que las aves son casi idénticas, los especímenes han sido clasificados erróneamente como la misma especie en exhibiciones en todo el mundo durante décadas, y algunos datan de hasta 154 años.
"Cuando las aves son realmente similares en plumaje, tamaño y forma, no tienden a ser muy divergentes genéticamente", dice el autor principal del estudio, Christopher Witt, profesor de biología y director del Museo de Biología del Suroeste de la Universidad de Nuevo México. "No fue hasta que (Williamson) secuenció, ensambló y analizó genomas nucleares completos que supimos que no había flujo genético entre estas dos especies y que habían divergido hace mucho tiempo".
Aproximadamente del tamaño de una palma humana, estos colibríes sorprendentemente similares tienen un plumaje relativamente tenue para su especie. A diferencia del llamativo zafiro de mentón azul del Perú o el colibrí topacio rubí de la vecina Colombia, ambas aves reflejan la paleta de colores del valle de Santa Eulalia en Perú, donde el equipo de Williamson, en su mayoría investigadores locales expertos tanto en el área como en sus habitantes aviares, realizó trabajo de campo adicional. Las empinadas crestas andinas que rodean el valle donde el equipo instaló el campamento tienen un color camel con áreas de color siena y destellos de verde.
Fue en este valle donde al investigador peruano Emil Bautista se le ocurrió por primera vez la idea del nuevo nombre latino de la especie del norte: Patagona chaski, la última parte inspirada en el término quechua para los veloces mensajeros del Imperio Inca. “Estos corredores de relevos tenían pulmones más grandes y eran conocidos por su habilidad para transportar mercancías y mensajes por todo el Imperio Inca. Podían correr súper rápido a grandes alturas. Todas estas características son realmente consistentes con las cosas que vemos en los colibríes gigantes del norte”, dice Williamson. “A todos nos gustó el hecho de tener este maravilloso nombre quechua, que creo que honra el origen de los pájaros. Hay una agradable combinación entre el paisaje, la historia y las características de las aves”.
En cuanto a los nombres comunes de las aves, los investigadores han propuesto cambiar el nombre de las especies no migratorias a Colibrí gigante del norte y a las aves migratorias a Colibrí gigante del sur. Las aves del sur mantendrían el nombre científico original, Patagona gigas. Si bien la investigación de Williamson y la división resultante de las especies podrían finalmente poner fin a un misterio, para los científicos, ahora intrigados por los caminos evolutivos de estas aves, seguramente hay nuevas investigaciones y preguntas en el horizonte.
"Es un poco escandaloso que el colibrí más grande del mundo no haya sido realmente reconocido por lo que es", dice Witt. "Hay descubrimientos espectaculares en biodiversidad que están ahí afuera esperando a ser encontrados".